martes, 19 de enero de 2016

Retraso

No quería hacer nunca una publicación de estas. Pero debo retrasar la salida del capítulo durante un tiempo. He comenzado exámenes y no dispongo de mucho tiempo. Cuando tengo un poco de tiempo libre escribo. Iré subiendo más capítulos dentro de un par de días, Sin embargo serán algo cortos.

Disculpen las molestias. Y gracias por vuestro apoyo y vuestros comentarios. Seguiré escribiendo pase lo que pase.

miércoles, 13 de enero de 2016

Capítulo 4

Capítulo 4
La prueba.

No sabría decirte cuanto tiempo estuve inconsciente, solo sé que me despertó su maravilloso olor. Una fragancia exquisita, podríamos decir que era el olor de una flor realmente bella.
Mis ojos comenzaron abrirse lentamente, me sentía un poco mareado y la boca me sabía a sangre. Mi espalda estaba apoyada en un árbol, escuchaba el aire circular por sus hojas. Miré a mí alrededor y observé que estaba en el mismo lugar en el que me desmayé. Traté de incorporarme, sin embargo escuché una frase  del cielo.
-          Yo no lo haría- Dijo una voz femenina. Luego escuché como mordía algo y lo masticaba.
Miré hacia arriba y vi a la persona que me salvó de aquellos maleantes. Estaba tumbada boca arriba en una rama gruesa. Tenía en una mano una manzana con un bocado. Se la llevó a la boca y le pegó un mordisco.
-          ¿Tú eres…?-pregunté bastante dolorido.
La joven se incorporó y se sentó en la rama mientras me miraba desde arriba. Con la mano que tenía libre me señaló a mi estómago. Terminó de masticar, dulcemente, y me advirtió.
-          Si te levantas tan rápido te arrepentirás…
-          ¿Qué quieres decir?
La joven mi miró de arriba abajo y sonrió.
-          Por tus pintas me da que es la primera paliza que recibes.- Yo asentí con la cabeza. La chica se rió y me preguntó por mi nombre. En ese momento la muchacha tuvo que ver mi cara triste o algo parecido, ya que le cambió el humor y trató de suavizar la conversación, cambiando de tema radicalmente.- Bueno, olvídalo… Creo que debes decirme algo ¿No crees?
-          ¿A qué te refieres?
La joven puso mala cara, con un gesto que podía decir claramente, ¿En serio tienes que preguntar?
-          Te acabo de salvar la vida.-Tras esas palabras, yo la interrumpí, y la di las gracias con todas mis fuerzas, una y otra vez. Ella se rió, se puso de pie en la rama del árbol y dio un salto al suelo.- No hace falta que me lo agradezcas.
-          Pero si lo deseabas…-dije por lo bajo.
-          ¿Qué has dicho?
-          ¡Nada, nada!
La muchacha cogió su mochila, que estaba justo a mi lado, se la puso a la espalda con una sola asa y luego alargó el brazo donde sostenía la manzana a medio comer. Solo estaba mordida por uno de los lados.
-          Debes comer para reponer fuerzas.
Yo alargué la mano y cogí la fruta con no mucho agrado. La mujer sonrió y se puso andar, alejándose de mí. Sin embargo se detuvo y se dio la vuelta, me miró y preguntó
-          ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-          Unas horas-Contesté algo extrañado.
-          ¿¡Unas horas!? Eso es imposible… Tu número es el 82 y son solo dos cifras.
Me miré el brazo y observé el número. La joven al ver mi reacción se tornó de lado, justo con el muslo donde llevaba las flechas, las movió de lado y mostró su número, el 143. Yo seguía sin comprender mucho la situación. Ella se volvió acercar, cogió mi bazo tatuado y lo señaló con su dedo índice.
-          Este número representa… como decirlo… como tu boleto para entrar al Olimpo. Estos boletos dicen cuando llegaste aquí. Se dice que primero llegaron los de una cifra. Al cabo de diez días llegaron los de dos. Como ninguno llegó a la cima al cabo de los cien días aparecimos el resto.- Yo me la quedé mirando sin comprender muy bien lo que quería decir, yo pensaba que era un cuento. La joven se cruzó de brazos y comenzó a pensar.- ¿No conoces esta historia?
-          No… ¿Debería?
La joven suspiró
-          Si llevas aquí unas horas… no podrías saberla…
Hubo un silencio un poco incómodo hasta que ella se sentó a mi lado y dijo.
-          Escucha atentamente. Todos los que estamos en este lugar hemos muerto, pero nos han concedido otra oportunidad para vivir. Sin embargo para ello debemos llegar a esa montaña lo más rápido posible, ya que no todos podemos revivir, solo los cincuenta primeros lo harán. Cuando lleguen los cincuenta, el resto desapareceremos y moriremos, como deberíamos estarlo. Ya han pasado cuatrocientos veintitrés días desde el inicio.
La joven se calló por un momento, estaba algo asustada. Ella no me contó esto, yo lo averigüé por mí mismo. Según parecía circulaba el rumor de que ya quedaban muy pocos lugares o puestos para conseguir la resurrección. En otras palabras ya habían llegado muchos a la montaña. Era solo cuestión de tiempo de que esas plazas se agotasen y el resto pereciésemos. Bueno continuemos con lo que me contaba 143
-          Entonces solo debemos darnos prisa.-dije, (inocente de mí…) Ella sonrió, pero con una mueca de consolación, por no saber aun la que me esperaba.
-          No es tan fácil… Para llegar a la cima debes vencer a los cuatro guardianes. Y no son fáciles de matar, varios de mis compañeros murieron con el primero. Por eso sigo aquí… como una tonta… persiguiendo a unos imbéciles-Dijo bastante acabada y deprimida. Yo no pude decirla nada para animarla.- Y por si no fuera poco no puedes fiarte de la gente, y mucho menos ahora… La gente mata a sus compañeros, para asegurarse de que revivirán.
Apoyó su cabeza en el tronco del árbol y miró a las hojas de este.
-          ¡¡Eso no puede ser!! ¿Cómo pueden hacerlo…? Son compañeros.
-          ¿Tú no lo harías? No se saben cuántas plazas quedan libres… a lo mejor solo queda una y justamente tu amigo  acaba recibiéndola y tu no. Jejeje- Su mirada quedó fijada al suelo, estaba a punto de romper a llorar.- ¿No sería mejor asegurarte? Además… ya estamos muertos así que no sería un asesinato…
Yo me quedé un rato pensando, pero con una sonrisa tonta negué con la cabeza
-          Yo no podría jajaja, seguramente luego me arrepentiría.
La muchacha me miró con los ojos un poco rojos, por unas lágrimas que se le habían escapado, sin embargo ella se las quitó, frotándose los ojos, mientras yo no miraba.  Negó con la cabeza varias veces con una sonrisa. Esta se levantó, se sacudió el polvo y se dispuso a marcharse.
-          Avisado quedas, no te fíes de nadie.
-          ¡Espera!
Ella se dio la vuelta y me miró
-          ¿No sería mejor ir los dos juntos?-pregunté. Ella torció un poco la cabeza.
-          ¿No me acabas de escuchar que no te puedes fiar de nadie?
-          Ya, ya, pero piénsalo de esta manera. Es más fácil llegar a la cima si hacemos un equipo. Tu misma lo has dicho, los guardianes no son tan fáciles de matar- Yo me levanté con dificultades y me fui acercando a ella- mejor que seamos dos que solo unos. Podríamos decir que tenemos el doble de posibilidades de sobrevivir.- Ella miró hacia otro lado, y luego se volvió a girar.
-          ¿Y si solo queda una plaza, que haremos?
-          Bien fácil, entras tu primero y luego yo. Así nos aseguramos
Me miró con una cara de que no se creía lo que le estaba contando.
Si os digo la verdad, en todo momento me lo estaba tomando todo un poco a broma. Mi cerebro no se llegaba a creer que toda esa historia de los guardianes, súper malos y chorradas así  fuese cierta, además mi yo aún seguía procesando la información de que estaba muerto. Llamarme loco, pero me dejó un poco en shock lo de mi muerte y además no dejaba de comerme el coco, para recordar mi nombre. A todo esto sabía que yo solo no podía defenderme, sería mejor tenerla cerca por si aquellos rufianes volvían acabar lo que habían empezado.
Yo extendí mi mano con la palma hacia arriba.
-          ¿Entonces qué me dices? ¿Formamos equipo?
Dudó un poco, pero al final apretó mi mano, no muy confiada. Para relajar un poco el ambiente dije algo pensativo mientras tenía mi mano sobre la barbilla.
-          Ahora que somos compañeros no podemos seguir llamándonos por número, sería algo raro…
-          82 creo que es un buen nombre.-Añadió ella. Yo la miré con los ojos entre cerrados.
-          No gracias… yo creo que- Ella me cortó, pero no con palabras o una mirada, sino con el movimiento, ya que se dio la vuelta y se dirigió hacia el camino.- ¿No vas a escucharme?- Dije gritando un poco perdido
-          No.
-          ¿Por qué?- le pregunté desde la lejanía.
-          Sencillo, seguramente mueras antes de que me aprenda tu nuevo nombre.-Dijo entre risas.
Yo me quedé paralizado, una ráfaga de viento golpeó mi espalda, en aquel momento me asusté y salí corriendo para alcanzarla, mientras gritaba.
-          Pero tú lo evitarías ¿No?-No hubo contestación- ¿¡¡No!!?


Así comenzó mi aventura para volver a revivir…

domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo 3

Capítulo 3
Un nuevo despertar.

No recuerdo muy bien cómo fue… Tras cerrar los ojos en el accidente lo único que pasaba por mi cabeza era que quería vivir. Cuando me quise dar cuanta ya no sentía dolor ni tristeza, pero tampoco alegría, enfado, hambre… nada. No sé cómo explicarlo bien, fue una sensación indescriptible. Sentí como si no tuviese cuerpo. Como si fuera todo el aire y a la vez nada. Podía volar, pero a la vez no. Estaba en el vacío, no podía oír nada, ni tocar, ni oler, no realizaba  nada. Tan solo escuchar mis pensamientos.
No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero sí puedo decir algo, mostraría que fueron días o meses los que estuve ahí. Tampoco recuerdo muchas cosas de aquel lugar, tan solo como una voz me preguntó
-          ¿Quieres vivir?- Era un tono muy fuerte, y atronadora. Como si pusiesen diez altavoces de la mejor calidad a máxima potencia en una habitación pequeña. Parecía tener una voz de enfadado, pero como la que tiene un padre ante su hijo cuando hace alguna travesura.
-          Sí quiero…
-          No te escucho.
-          ¡Sí que quiero!- Grité con todas mis fuerzas.
Después de soltar aquellas palabras, con todas mis fuerzas, no recuerdo nada más. Sé que después de eso sentí una gran frío en todo mi cuerpo, parecía que por fin tenía ya uno. Podía apreciar el frio suelo en mi espalda, el viento acariciándome suavemente. Escuchaba los árboles agitándose, como si fueran una melodía maravillosa.
Traté de abrir los ojos, pero no podía, parecía como si los tuviera pegados, traté de moverme, para incorporarme, pero no tenía fuerzas. Entonces decidí no hacer nada… tan solo disfrutar un poco más de todas las sensaciones agradables que sentía. No tenía prisa para saber dónde estaba o si era un lugar seguro, en mi interior quería seguir disfrutando esa calma.
Después de unos minutos intenté abrirlos de nuevo, esta vez lo conseguí. Al principio veía todo borroso, la luz me cegaba. Me incorporé lentamente hasta quedarme sentado, traté de ponerme de pie, pero mis piernas aún no querían hacerme mucho caso. Las golpeé levemente con mis brazos y a continuación comencé a frotármelas con las manos para hacerlas reaccionar.
Tras unos segundos mi visión comenzó a mejorar y puede ver aquel mundo en el que encontraba.

Déjame decirte que la única palabra que encuentro para describirlo es… fantasía al puro estilo, no hay otro término. Trataré con todo mí ser describirlo de la mejor manera posible, pero no tendré las palabras exacta para aquella belleza. Te recomiendo que pongas al máximo tu motor de la imaginación y te dejes llevar por aquel lugar. Recuerda yo te daré unas indicaciones, el resto lo debes hacer tú, como practicamos.

Nada más abrir los ojos mi corazón casi deja de latir, no podía creer lo que estaba viendo. Me encontraba en una pradera inmensa con el césped meciéndose por la ligera brisa, de un lado a otro. El sol se ocultaba de vez en cuando por las nubes, mientras los pájaros volaban libremente por el cielo. Había grandes árboles, muchos de ellos eran sauces, que dejaban caer sus largas ramas al suelo. Al soplar el viento todas las ramas se comenzaban a mover, las hojas chocaban entre ellas formando un sonido realmente tranquilizador.
Yo me encontraba como en una plataforma formada por anillos de piedras. En el anillo exterior había unas letras talladas, pero era un idioma que yo desconocía, además en esos momentos aún no sabía ni que existía. Justo en el último anillo, que era donde yo estaba sentado, había un dibujo de un fénix renaciendo de sus cenizas.

Mis piernas ya decidieron hacerme caso y me permitieron incorporarme. En un principio me tambaleé de un lado a otro, como si estuviese ebrio. Me fui a caer de rodillas, pero entonces sentí como alguien me sujetaba, miré a mi izquierda y vi a una mujer. Era muy joven y tenía un sedoso pelo de color negro, además era muy largo, casi le llegaba hasta las rodillas. Iba vestida con una túnica blanca con algunas flores bordadas. Me miró a los ojos y me sonrió como si de una madre se tratase. Aquella sonrisa me tranquilizó y conseguí ponerme derecho.
La mujer se apartó un poco al ver que ya me podía mantener por mi propio pie. Dio dos palmadas y aparecieron dos niños. Uno de ellos venía con ropa doblada y el otro simplemente jugaba.  Se me olvidó mencionar que me desperté completamente desnudo.
-          Aquí tienes ropa.-Me dijo la mujer con una sonrisa. El niño de pelo castaño me ofreció la ropa. Era ropa normal, unos vaqueros y una camiseta, nada del otro mundo. Lo más destacable de esto, es que era la típica ropa que yo solía llevar antes.
-          Gracias…-Dije un poco avergonzado. A toda prisa traté de vestirme.
El niño juguetón se acercó a la mujer, pero esta le hizo una seña y los dos jóvenes se marcharon a corretear por el prado. Ella se me acercó un poco, me miró de arriba abajo y me preguntó por mi edad.
-          Tengo…No lo recuerdo…
La mujer asintió con la cabeza, luego me dijo que no me preocupase, que era normal después de morir.
-          ¿Morir…?-Dije con una voz quebradiza. Casi me caigo de culo cuando escuché la palabra morir. Desde un principio pensé que estaba soñando al igual que el resto.
Tras unos minutos de intentar recuperarme del golpe, la mujer consiguió tranquilizarme un poco, sus palabras parecían como las de una madre cuando trata de reconfortar a su hijo. Yo me sentía realmente a gusto a su lado. Todas sus palabras estaban llenas de calidez y conseguían que no pensase en nada más.
-          ¿Cuál es tu nombre?- Pregunté un poco tímido
-          Lucina- Me contestó
Miré de nuevo a mí alrededor y fui a preguntar dónde estaba, pero ella me hizo un gesto para que me callase.
-          Hijo mío, aún no podemos hablar formalmente. No te han asignado un nombre.
-          ¿Nombre? Yo me llamo…-No supe contestar.
-          Tranquilo todo a su tiempo. Ahora mismo no eres humano ni un ayudante. Para permanecer con nosotros debes pasar la prueba, no todos pueden servirnos.
-          Dioses…-dije sin pensar.
La mujer asintió con una sonrisa cálida
-          ¿Qué quieres decir con pasar una prueba? ¿Qué tengo que hacer?
La mujer me dio la espalda y señaló una montaña que se veía a lo lejos. En ese instante pensé que por favor no tuviese que ir hasta allí, lástima que nunca tuviese suerte.
-          Allí es donde debes ir. Ten cuidado hijo mío. Tú ya estás muerto, pero eso no significa que no puedas morir otra vez.
-          ¿Qué quieres decir?
-          Hay peligros allá fuera… Además soy demasiados.-Dejó caer.
La fui a preguntar algo más, pero ella me calló con un gesto, a continuación me dio un aviso.
-          El tiempo tampoco es tu amigo, cuanto más tardes en llegar al olimpo, menos probabilidades es que tengas un lugar.-Yo tragué lentamente saliva, porque su frase aún no había acabado.- Y una vez que el último puesto sea ocupado el resto desapareceréis sin dejar rastro.
Sin pensármelo dos veces decidí que no era momento de continuar preguntando. Fui a irme cuando la mujer me detuvo con el brazo. Me señaló mi antebrazo derecho.
-          A partir de ahora te llamarás así. Date prisa… has llegado tarde a la prueba los demás se fueron hace tiempo.
Al mirarme el antebrazo vio que tenía un número pintado. Parecía que me lo habían tatuado. Tenía un color azul celeste brillante que casi me dejó ciego al mirarlo. El número escrito era el 82.
-          Ahora márchate.
Comencé andar despacio mientras seguía examinando el número. Después alcé mi vista y miré a la montaña. Tan solo debía ir hasta aquel lugar, no sería tan difícil. Muchas veces en mi ciudad he ido andando de un lugar a otro sin coger el transporte público, creo que eso no sería nada para mí.
Tras mucho tiempo viajando, con tan solo un rumbo en mi cabeza, aquella montaña a lo lejos. Decidí parar a descansar en algún lugar. Mis pies me estaban doliendo una barbaridad, además aún me sentía un poco mareado.
Me detuve al lado del camino de tierra. Miré a ambos direcciones y no vi ninguna persona hasta donde alcanzaba mi vista, tampoco signos de que vivera gente cerca. Suspiré cansado, me toqué el hombro, porque me dolía. Tras unos minutos sentado en el césped, cerca del camino, para ver si venía alguien, retomé mi camino. Tenía la sensación de que algo no iba muy bien, aún no había visto personas o marcas de que alguien hubiera estado por allí, mucho peor, de animales tampoco había rastro. Los pájaros que una vez vi, parecía que desaparecieron a lo lejos. No lo tomé en cuenta y continué.
No pasaron ni cinco segundos cuando una nube se puso delante del sol, poco a poco la sombre se iba comiendo la luz. El viento quieto se quedó, como si se ocultase por miedo. Miré a la nube y estiré los brazos con mucho gusto. Sin embargo rápidamente noté un ruido entre el césped, y los árboles, parecía que algo me estaba acechando. Yo no supe muy bien que hacer, ¿Correr, investigar o seguir mi camino como si no hubiera pasado nada? Esas preguntas no dejaban de rondar por mi cabeza.  Entonces mi cuerpo eligió por mí la respuesta. Se quedó totalmente paralizado. Tragué saliva lentamente y quise girarme para mirar al campo, sin embargo escuché como algo silbaba. No, no era una persona silbando, sino una flecha.
Aquel puntiaguda amiga cayó justo delante, clavándose profundamente en el suelo. Yo caí de culo bastante asustado, miraba a todos lados, pero no veía al autor.
-          ¡Jajajaja…!-Escuché reír.- ¿Le estás viendo? ¡¡Está a punto de mearse encima!! ¡¡Jajajaja!!- No paraba de reír y hacer un ruido que me daban arcadas, absorber el aire, de manera muy fuerte y desagradable, por la nariz. Incluso tenía un lado taponado, lo cual hacía que el ruido fuese más… no quiero ni describirlo…
-          Es nuevo… Es nuevo…-Decía otra voz.
Yo buscaba aquellas voces y vi como tres individuos se acercaban a mí. Venían del prado. El más corpulento y alto llevaba un arco, parecía que él había disparado aquella flecha. Tenía un tatuaje en el hombro. Era una serpiente mordiendo una piedra mientras la partía en cachos. A su izquierda iba el guarro, no puedo describirlo de otra manera, que era pequeño con barriga, y llevaba una camiseta, que le quedaba pequeña y estaba muy rota. Además iba mostrando su barriga. El tercero era de un tamaño medio, pero muy delgado, con unas ropas muy largas. Con esta descripción os podéis imaginar que parecían un trío de comediantes o que venían del circo. Por un momento casi me hicieron reír, pero mi vida estaba en peligro.
Traté de levantarme y salir corriendo lo más rápido posible, pero mis piernas no querían, solo temblaban de miedo. Lentamente me fui yendo hacia atrás, arrastrando mis glúteos por la dura tierra.
-          ¿A dónde vas mocoso?- Dijo el hombre corpulento, de manera muy amenazante. Yo no pude ni responderle, tan solo tragué saliva muy despacio.- Mocoso, ¿Qué número eres?- Yo no le comprendía bien y me seguía arrastrando. El hombre chasqueó los dedos y el gordito y el delgado se abalanzaron a por mí.-No me hagas repetirlo de nuevo.
Los otros dos individuos agarraron mis brazos y tiraron con fuerza de ellos. Noté como si me los fueran a romper.
-          ¡82! Este niño tiene un número de dos cifras.-Volvió a respirar muy fuerte por la nariz.
-          Imposible.- Dijo enfadado el corpulento- ¡Mocoso! ¡¿Cómo es posible que tengas ese número!?
Los otros dos me hicieron levantarme, pero solo para que el corpulento me volviese a mandar al suelo con un rodillazo en el estómago. Casi vomito al instante.
No me dio tiempo a que mi estómago se recuperase, cuando sentí de nuevo un golpe. El grandote me estaba pateando con todas sus fuerzas. Sin darme cuartel me agarró con su inmensa mano y me tiró de los pelos. Pensé que me iba a arrancar la cabeza. ¡Pero entonces pasó! Me volví como loco, como si algo me poseyese en el interior. Agarré el arco de mi rival con una mano y con la otra una flecha, entonces sin pensarlo disparé. Los otros dos compañeros vinieron en la ayuda de su amigo, pero me defendí y les partí la cara a los dos.
¿Piensas que realmente pasó eso? Siento decepcionarte… hasta ese momento yo era una persona normal y corriente y no descendía de ninguna familia guerrera o cosas así. Tan solo era una persona normal. ¿Qué que hice entonces? Volvamos a donde estábamos.
El hombre me estaba tirando de los pelos de la cabeza. Mi cuerpo actuó en ese instante y simplemente comencé a llorar. Como lo escuchas… solo lloré ¿Qué más podía haber hecho? Los tres hombres comenzaron a reír y a meterse conmigo. Hasta que el más corpulento rompió aquellas risas con una amenaza.
-          Mocoso… Odio a los llorones, pero… ¿Sabes que odio más?- Se acercó a mi oído y me susurró- a ti. Esa cara me da asco… por eso voy arrancártela, al igual que tu puta número. Dos… cifras y no sabes nada… A quien quieres engañar, eres un puto primerizo.
Me tiró al suelo y sacó una espada que tenía envainada. Me la puso al cuello y me dijo que me despidiese.
-          Por mi poder… tú ya no tienes derecho a renacer.-Dijo el corpulento mientras alzaba su espada. Yo cerré los ojos con miedo, mientras pensaba en una cosa. No quería morir, aún no.
Sentí el viento otra vez y como el sol volvía a salir, eso me hizo sonreír ligeramente.
-          ¡Despídete mocoso!
Entonces volví a escuchar el silbido de una flecha. Pero esta vez no impacto contra el suelo, sino a algo más suave, la carne de un hombre, justamente en el hombro del que podía haber sido mi asesino. 
Escuché como la sangre golpeaba contra el suelo seco y luego el hierro duro. Al abrir mis ojos vi que el corpulento había recibido un flechazo por la espalda. Los tres estaban completamente perdidos, no sabían de donde venía. Entonces con una cara de asco gritó.
-          ¡Maldita seas 143! ¡¡Déjame en paz de una vez!!
Escuché como una chica se reía. El hombre fue a coger la espada, pero otra flecha apareció, sin embargo falló y golpeó al suelo, casi me dio.
-          ¡Me las pagarás zorra!
El hombre salió corriendo, como alma que lleva el diablo. Sus compañeros hicieron lo mismo.
Yo casi me desplomé al suelo, pero ahí es cuando la vi por primera vez… Dejé de respirar por un momento. Era tan bella que parecía que el tiempo se había detenido. Era justo mi tipo…
Una joven de mi edad saltó de uno de los árboles. Cayó al suelo como si nada. Se limpió el polvo y dijo “Se me escapó otra vez”.
Tenía un tono de piel pálido, unos ojos azules que casi me hicieron desmayarme. Pero lo que más me llamó la atención fue su melena roja como el fuego o la lava. Parecía que si la tocaba me quemaría. Vestía una ropa casi prehistórica. Llevaba un como una especie de biquini camiseta que le llegaba hasta el ombligo. Pero era de cuero. Además también llevaba una capa, bastante destrozada, que iba del cuello hasta la mitad de la espalda. Luego llevaba una falda y en el muslo izquierdo llevaba las flechas.

Se acercó hasta mí y me preguntó si estaba bien. Su voz… su voz era como la de los ángeles. Tan solo con escucharla hablar parecía una diosa. Yo no la entendía para nada, a mí en todo momento me iba a cámara lenta el mundo, yo simplemente estaba fascinando con ella. Entonces se fue corriendo hasta el árbol, de nuevo. Lo escaló sin dificultades y bajó una mochila pequeña. Vino corriendo, pero debo decirte que no recuerdo más. Me desmayé. Así soy yo.

Aviso

Habrá un capítulo nuevo cada lunes o domingo de la semana. 
Eso seguro.
Sin embargo puede que cada tres días haya un nuevo capítulo disponible y lo suba.
Gracias por leer la historia. Un saludo, y no olviden comentar.


sábado, 9 de enero de 2016

Crea a tu Dios

¡AVISO!

Se ha creado una página en el blog, donde los lectores pueden participar e influenciar en la historia. Esto hará que sea más divertida y dinámica. Para participar tan solo deberás escribir un comentario en este apartado.
Mas información en Crea a tu Diospincha aquí

Para leer la historia desde el principio Pincha aquí 


viernes, 8 de enero de 2016

Capítulo 2

Capítulo 2
El mercado

En una amplia habitación, en forma circular se encontraba en el centro una gran mesa, justo encima había como una especie de pantalla holográfica que mostraba una serie de nombres, un número y una descripción. Según me informé de esto, hace unos cuantos años atrás, supuestamente era una tabla con nombre de personas, la edad que tenían y las causas de sus muertes. Por ejemplo Pedro Ramírez 69 años, infarto al corazón.
Ahora que tenéis más o menos una idea, pensar que en esa pantalla ponía el nombre de miles de personas.
En aquella sala circula había una gran cantidad de personas hablando, o mirando la pantalla. Justo debajo de la pantalla holográfica, como había dicho había como una especie de mesa, pero más bien era como una barra donde había unos camareros bastante educados. Algunos del público formaban filas alrededor de la barra para poder hablar con ellos.
Había una persona en especial, en todo aquel lugar que vestía bastante simplón respecto a los demás. Era un hombre de unos cuarenta años o más. El pelo le llegaba hasta la nuca, no lo tenía muy cuidado, pero su mayor característica era este, pero era de un color blanco cegador. Tenía un poco de barba, la llamada barba de los tres días, también de color blanco. Estaba apoyado en la pared mirando la pantalla holográfica leyendo los nombres, mientras en sus manos sujetaba un bastón, bastante deteriorado.
El hombre bostezó y se estiró. No parecía tener muchos modales, porque el resto de aquellas personas iban muy elegantes y cuidaban sus formas.
Se iba a marchar por una de las cuatro puertas, Tan grandes que casi podían caber por ella cinco aviones juntos. Pero entonces alguien le detuvo.
-          ¡Quieto ahí!
Él puso mala cara y comenzó alborotarse el pelo con una de sus manos. Y con un tono de desgana y cansado dijo.
-          ¿Qué demonios quieres? Ya sabes que yo no participo en estas tonterías.
Apareció una mujer con una gran falda hecho por plumas negras y que iba arrastrando por el suelo, no llevaba nada en la parte superior, tan solo una bufanda hecha con piel de oso negro y le cubría lo justo sus partes íntimas, casi se podría decir que no llevaba nada puesto. Era una mujer joven, de pelo negro, con los ojos de color rojo como el rubí. En el hombro izquierdo llevaba un cuervo que no dejaba de mirar al hombre que trataba de marcharse.
-          Morrigan… estoy cansado… déjame marcharme- Suplicó el hombre sin darse la vuelta.
-          Deja las escusas. No sabes cuánto tiempo he trabajado para recolectarlos.
El hombre se dio la vuelta y suspiró.
-          No quiero ningún siervo. No voy a volver.
-          Por lo menos quédate a ver el juego. Hazlo por mí.
-          ¿En serio, por ti?-Dijo mosqueado el hombre
La mujer hizo una sonrisa picaresca. Y luego le dijo
-          Hay algunos muy interesantes, incluso a ti te llamarían la atención. Se dio la vuelta y se fue a marchar, mientras decía.- Pero te recomiendo que te vayas a casa, aquí no queremos a la gente cansada jajaja.
El hombre se volvió a  rascar la cabeza y con un gesto de enfado se volvió apoyar en la pared.
-          Por cierto. Esto es tuyo.- Le dijo la joven mientras le lanzaba una moneda.
El hombre la cogió con la mano y la miró. En la moneda estaba inscrito el número 82.
-          Es mi pequeño obsequio, para mostrarte agradecimiento.-Dijo la mujer mientras seguía alejándose.
-          Morrigan… Aunque pase el primero o último, no pienso aceptarlo. ¡Nunca volveré!-

-          Entiendo, pero por si acaso no tires la moneda. Nunca se sabe.

miércoles, 6 de enero de 2016

Capítulo 1


Capítulo 1
La fragancia

Era una mañana fría de invierno, con un poco de niebla, rondarían los cinco grados o por ahí. Me dirigía a la universidad como era costumbre en mi rutina. Primero andaba unos cuantas manzanas hasta llegar a la boca del metro, después dos paradas y a continuación un autobús para llegar a la universidad. Por suerte este me dejaba en la puerta. Este trayecto me cansaba, pero tenía más suerte que otros compañeros de clase que su recorrido llegaba hasta una hora o incluso dos para llegar a clase.
Aquella mañana salí de mi casa tomándome un zumo, tras salir a la calle lo tiré a una basura. Una pequeña ráfaga de viento me sacudió y noté como el frío me sacudía, me abroché un poco más el abrigo y continué mi camino para ir a clase.
Paré en un semáforo que estaba en rojo y miré para ver si pasaba algún coche, sino cruzaba corriendo. Tendía a llegar casi siempre tarde a clase, así que siempre llevaba el tiempo justo, no podía entretenerme.
Miré a la izquierda y no vi ningún coche acercarse, tan solo los coches aparcados y una furgoneta en doble fila que estaba cargando cajas. Aprovechando esa oportunidad decidí ganar unos segundos. Fui a cruzar la carretera, cuando noté una gran presión en mi muñeca derecha y luego un grito sordo en mi oído.
-          ¡No cruces!-me gritó una joven chica mientras me agarraba la muñeca con todas su fuerzas
-          Si no viene ningún coche…-le reclamé señalando la carretera
Tras decir aquella frase un coche cruzó por delante a gran velocidad; si hubiera cruzado en aquel instante estate por seguro que aquel coche me hubiera arrollado y matado por el golpe. Por un momento mi corazón se heló, hace unos segundó había mirado y no había ningún coche. Giré la cabeza como un robot, para mirar a la joven y darle las gracias por salvarme. Sin embargo no había nadie a mí alrededor, el más cercano era un barrendero, pero él no fue el que me agarró, pude oler aquella fragancia tan maravillosa de aquella joven, jamás se me olvidaría, además fue mi salvadora.
Me arrisqué a la cabeza y pensé que tal vez aquella chica se fue corriendo. No tuvo que irse hace mucho, aún notaba la fragancia a mi alrededor, además aún me dolía la muñeca… para ser tan mona tenía una fuerza que más de un hombre la hubiera querido.

Durante todo el trayecto de camino a clase, fui pensando en el rostro de la joven, pero no conseguía concretar en nada, no sabía que color de ojos tenía, o color de pelo, si era alta o pequeña o como vestía. Nada no recordaba nada, tan solo la fuerza con la que me sujeto y su fragancia.
Me senté en mi silla y di un suspiro ahogado, con tristeza… De fondo escuchaba todas las conversación de mis compañeros, eran cosas sin importancia, como lo que habían soñado o hablaban de prácticas de clase, etcétera. Me sentaba al fondo cerca del radiador, para estar calentito y dejar mi abrigo colgado en él, así cuando lo cogiese sería como una calefacción andante.
Entonces noté un respiración a mi lado, un gran escalofrío recorrió por todo mi cuerpo, hasta en mis huesos lo note. Escuché como una voz susurraba en mi oído, la piel de gallina se me puso. Giré mi cabeza lentamente mientras la voz me seguía diciendo
-          ¿Qué te pasa? Cuéntamelo… ¿Es por algún tema amoroso?- la voz era aguda y un poco molesta y monótona.
-          Estás aquí Isabel.-dije con un tono de cansancio.
-          Lo noto en tu rostro algo te pasa con una mujer…-sonrió de oreja a oreja. Esa sonrisa no era de que esto le divirtiese molestarme, sino una sonrisa lasciva, ya que tan solo pensaba en cosas sucias y demagógicas. Le encantaban temas jocosos y pervertidos, no podía evitar no hablar de ellos.
-          ¿en serio? No acaba de empezar las clases y ya estamos con el temita…-Mostré un tono severo, pero a ella ni le importó.
-          Cuéntamelo y no voy a parar…- estiró sus largos  y delgados brazos hacia a mí, mientras seguía mirándome fijamente.
-          ¡No es lo que tú te piensas!
Un chico corpulento y alto entró en clase, con el abrigo y la mochila colgando, me saludó a lo lejos y se acercó. Con una risa simplona nos miró y dijo
-          ¿ya has empezado Isabel?- dejó sus cosas en el sitio que estaba a mi derecha, justo en la esquina. Yo asentí con la cabeza a su pregunta.
-          Lo veo en sus ojos… ha tenido relaciones hace poco… o ha pensado en ellas.- Isabel acercó su mirada, yo notaba como si me estuviera leyendo la mente y poco a poco sonreía más.
-          ¡Vale lo contaré!- Dije muy nervioso. Estaba sintiendo que si eso seguía de esa manera, Isabel descubriría alguno de mis secreto.
-          Así me gusta- Respondió Isabel mientras se apoyaba en la mesa, para mirarme de frente. El chico corpulento, llamado Roberto, no se sentó, se quedó de pie mirándome, con gestos de interés.
-          Esta mañana mientras venía, fui a cruzar la calle, pero alguien me lo impidió. Si no lo hubiera hecho un coche a gran velocidad me hubiera atropellado. No recuerdo quien me impidió cruzar, solo recuerdo su olor, y era una fragancia de mujer, eso no hay duda.
-          ¿Ya? ¿No hay nada más?-Preguntó Isabel con un rostro de insatisfacción. Roberto se sentó en la silla de mi derecha, mientras Isabel en la de mi izquierda, con gestos de desilusión.
Roberto comenzó a pensar, arrugó su frente y poco a poco se fue poniendo rojos. Esa era la manera que tenía para concentrarse, rara, pero eficaz. Se inclinó un poco hacia adelante para hacerse el interesante, miró al frente y dijo con un tono siniestro.
-          Carlos… Aquella persona que te agarró ¿Era muy fuerte? Me refiero… que parecía una fuerza descomunal
Me toqué la muñeca, donde fue sujetado, y asentí con la cabeza.
-          En internet ha estado circulando últimamente un rumor bastante raro…
-          Ya empezamos…-suspiró Isabel- Deberías dejar de leer cosas raras en Internet.
Los dos la miramos con ojos incrédulos. Ella era la menos indicada para decirnos eso, ya que unos meses atrás nos trajo unas hojas imprimidas de las maneras más raras de hacer el amor. U otra vez nos enseñó un video de unos dibujos rarísimos… haciendo el amor. Casi siempre nos sorprendía con cosas así de raras. Pero cada uno tenemos nuestros hobbies. Y el de Roberto eran las leyendas urbanas.
-          ¿En serio Isabel? ¿Quieres que empecemos de nuevo la conversación?- Dije con tono amenazador y ojos agresivos. Isabel captó la idea a la perfección he hizo como si se cerrase la boca con una cremallera.
Roberto volvió a ponerse serio y tenebroso, entrelazó sus manos y apoyó los codos en la mesa. Miró al frente y comenzó a contarnos la historia.
-          Como he dicho… hace unos meses han comenzado a circular cierta leyenda. Creo que la llamaban la fragancia inolvidable o algo por el estilo. Espera… La última fragancia. Así es el nombre de la leyenda- Noté como me miraba por el rabillo del ojo- La historia habla de cómo una mujer, niña o joven salvaba la vida a las personas en el último momento. Aquellas personas que salvaba, al tratar de decirla gracias, se daban cuenta de que ya se había marchado o había desaparecido.- Isabel se tumbó encima de la mesa haciendo gestos de que esas historias eran mamarrachadas. Yo al principio pensaba como ella, pero tras lo que me sucedió aquella mañana era un poco menos crítico.- Nadie nunca la ha visto, lo único que se sabe de ella es la fragancia tan exquisita que lleva y de la fuerza sobre human que tiene. Lo raro en esta situación es que aquel que huele esa esencia es aquella persona que ha sido salvada, si había más gente en ese momento nadie de los presentes olerá nada y no habrá visto nada.- Tras esas palabras yo mostré una sonrisa, demostrando a Roberto que esa historia era un poco, bastante ridícula. Fue en ese entonces cuando Roberto me miró con unos ojos de pánico y dijo más bajo, solo para que le escuchase yo- Esto no es el final de la leyenda. Lo siguiente es lo más raro e inexplicable de todo. Se dice que todas aquellas personas que salvó la vida murieron al poco tiempo. Justamente como como la chica les salvó.
Me eché hacia atrás estirando los hombros y con una sonrisa picaresca le dije con tono irónico
-          ¿Si todos mueren… Quien ha contado la leyenda? No se… los demás no la podían ver ni oler su fragancia o algo así ¿No?
Giré la cabeza hacia mi derecha, para mirar a los ojos de Roberto, para burlarme de él, pero entonces se me heló la sangre al ver su rostro y sus ojos. Me miraba con absoluta seriedad y algo tenebrosa. Me estaba diciendo que no me burlase de esas cosas, pero era algo más… me estaba advirtiendo de que tuviera cuidado.
-          No todos murieron…-me dijo, en ese momento fui a replicarle que no fue lo que me había dicho antes. Si vuelves a leer en la parte en que me habla de esto, puedes ver claramente que me dijo todos. Se había equivocado, pero no quería ponerme quisquilloso con eso, ya que parecía demasiado serio de lo normal.- Unos pocos sobrevivieron y dicen que volvieron a oler aquella fragancia tan maravillosa antes del incidente y como si fuera un acto reflejo se quedaron quietos como les dijo la chica. De esta manera se salvaron la vida.
Por eso la llaman la última fragancia, es lo último que hueles antes de morir. Podríamos decir que es un premonición de tu muerte.
-          Puufff… chorradas…
Roberto me agarró el brazo y me dijo con absoluta seriedad.
-          Ten mucho cuidado si vuelves a oler la fragancia… Puede ser lo último que huelas…
Me froté los ojos y le dije a Roberto con un tono burlesco y chulo
-          Pues creo que la chica se ha equivocado conmigo, porque a la vuelta vuelvo en autobús y no tengo que cruzar calles. Por lo tanto veo difícil que me atropellen jajaja…
-          Búrlate y acabarás muerto.
La sonrisa desapareció de mi rostro en milésimas, aquellas palabras parecían una advertencia o amenaza. Fui a contestarle algo mosqueado, pero no le dije nada, porque el profesor entró por la puerta y la clase estaba a punto de comenzar.

Tras un par de horas inaguantables, de chistes malos de parte del profesor, como por ejemplo “¿Qué le dice el cuatro a la derivada?” En esos momentos, todo el alumno con dos dedeos de frente, sabe que esto solo puede acabar de una manera… con un silencio asolador y una pequeña tos de fondo. Como nadie responde el profesor prosigue “¿A dónde vas? Y le responde la derivada, a la deriva…” El profesor se ríe de su chiste, pero a la vez selecciona, a mínimo, a tres víctimas que mira a los ojos esperando a que se rían del chiste. En esos momentos, si eres el elegido sientes una presión cuando sus ojos se clavan en ti y lo único que haces es sonreír y asentir como un tonto. Porque si no lo haces el profesor comienza a explicarte el chiste y no parará hasta que rías.
Solo de pensarlo me recorre un escalofrío… En serio ¿Dónde aprende esos chistes? No quiero ni pensarlo.

Después de aquellas clases tuve otros dos más, pero por fin se acabó y fui libre para volver a mi casa y hacer lo que mejor se me daba, descansar. Con una sonrisa en mi rostro cogí mi abrigo calentito del radiador y me lo puse. Note como mi cuerpo me agradecía es calor bendito.
Cuando estaba dispuesto a salir noté como Isabel ponía su mano en mi hombre. Retorcí la cabeza para mirarla y la pregunté qué quería. Con una sonrisa siniestra me miró, noté que algo no iba bien... algo malo sucedía o iba a suceder.
-          Carlos…-Dijo mi nombre con un tono bajo- ¿No recuerdas que debíamos hacer una práctica grupal?
Sentí como si algo me hubiese agarrado la pierna y tirase de mí al infierno, miré hacia abajo y pude ver la cara de Isabel sonriendo a carcajadas mientras decía “práctica grupa, práctica grupal. 
Con un gesto de desánimo me di la vuelta y con una cara pálida y los ojos derrotados, dije con un tono apagado “Se me había olvidado…”
-          Tranquilo Carlos… yo siempre te lo recordaré…-Dijo con tono de mala persona
Me quité de nuevo el abrigo y lo dejé en el radiador; dejé caer mi cuerpo sobre mi silla y sin mucho ánimo saqué el ordenador de mi mochila para comenzar la práctica.
Tras unas horas inaguantables de dolor puro, como si me hubieran dado mil latigazos, acabamos la práctica y podíamos volver a casa. Ya era tarde, rondaría alrededor de las seis de la tarde. El sol comenzaba a ponerse. Yo cogí mi abrigo y me lo puse. Entonces volví a sentir la mano de Isabel.
-          ¡me marcho, ya sí que sí!- Dije de manera muy brusca.
-          Tranquilo .Te iba a decir que hoy vuelvo contigo, que voy a la casa de mi novio.
-          Perfecto, así tengo con quien hablar.
-          ¡sí! Así puedo mandarte que hagas más trabajos.- Me dijo Isabel con tono bastante burlesco. A mí no me hizo gracia porque la conocía de hace mucho y sabía que eso no era broma y que a lo mejor al final me caería algo- No pongas esa cara, si luego no lo haces
Yo asentí mientras mostraba una sonrisa.
Salimos de la universidad, nos despedimos de nuestros compañeros y fuimos a la parada a esperar al autobús. Había bastante gente en ella, más de lo normal. Tengo que aclarar algo, eso nunca pasaba, fue la primera vez que vi esa parada tan llena de gente.
-          Cuanta gente- mencioné.
-          Espero que el autobús no venga lleno y nos toque estar de pie, o mucho peor esperar al siguiente.
Me asomé un poco para ver si venía el autobús, miré el reloj y vi que ya venía con retraso. Entonces escuché a mi amiga preguntar a un hombre de treinta años con un abrigo bastante amplio y unos cascos grandes.
-          ¿ha pasado ya el autobús?
En ese momento respondí sin pensar
-          Claro que ha pasado, pero es que han decidido esperarnos.
El hombre se rió un poco, y sacó su mano del bolsillo del abrigo. Señaló calle arriba y dijo
-          El autobús se averió por allí y han llamado a uno de recambio. Han dicho que vendrá dentro de poco. Aunque yo llevo diez minutos esperando.
El hombre volvió a meter la mano en el bolsillo. Le dimos las gracias y nos separamos un poco.
-          ¿Esperamos o nos vamos en metro?-preguntó Isabel
Con un gesto de cansancio, me coloqué bien la mochila y el abrigo, y contesté a mi amiga.
-          Esperar… prefiero ir en el autobús calentito que andar y congelarme.
-          Pues a esperar.
Los minutos fueron pasando y el autobús aún no aparecía. Algunas personas que estaban esperando se cansaron y se marcharon. Eligieron la opción de los valientes aventurarse aquel frio de invierno. Sopló el viento y heló mis huesos. Estaba a punto de darme por vencido cuando Isabel me hizo una señal. El autobús estaba llegando.
El vehículo se detuvo en la parada. Iba vacío. El conductor abrió las puertas y nos dejó pasar. Tras pasar las puertas noté que estaba en el cielo, dios bendiga la calefacción.
Nos sentamos casi al final del autobús y nos quitamos los abrigos. Comenzamos a hablar de cosas de la universidad y de personas que conocíamos para destriparles conjuntamente. El autobús arrancó y comenzó la trayectoria. Los edificios iban pasando uno tras uno, parándose en semáforo tras semáforo. Apoyé mi cabeza en la ventana y me quedé mirando por ella.
Tenía la sensación de que algo no iba bien. Era como la típica sensación de que se te olvida algo cunado te vas de viaje. Pensé que sería una estupidez, pero entonces comencé a recordar la historia que me contó Roberto esta mañana.
Isabel seguía hablando de sus cosas, yo ya no la hacía mucho caso, tan solo la asentía, para que no se diera cuenta de que no me importaba lo que decía. Mi malestar fue en aumento poco a poco, cada bache que daba el autobús mi corazón se estremecía. Esto solo fue empeorando poco a poco comencé a escuchar como si algo no funcionase bien en el autobús, como si algo estuviera suelto, y eso solo significaba que algo iba mal. Empecé a sudar y a respirar más rápido de lo normal. Ya no escuchaba a Isabel, pero aún notaba que gesticulaba con los labios, yo solo podía escuchar los golpes del autobús y de sus piezas chocando entre ellas. Cerré los ojos y traté de calmarme. Quise imaginar que estaba en otro lugar hasta llegar a mi destino, pero entonces lo pude entender perfectamente. Si la leyenda fuese exacta antes de morir debería oler aquella chica. Noté como sonreía y respiré bien fuerte para notar el arma en todo aquel autobús. Se me escapó una carcajada.
-          ¿De qué te ríes?- Me preguntó Isabel.
-          No nada…-respondí, pero aún estaba sonriendo. Me estaba riendo de mí y mi estupidez. ¿un leyenda cierta? y que más… que los héroes existen… una gran tranquilidad me invadió.
-          Pero dime de que te ríes.-insistió Isabel mientras se giraba un poco para mirarme.
Yo no le quería decir que era sobre el tema de la leyenda, se reiría de mí y luego se metería conmigo, así que decidí inventarme una excusa.
-          No nada, de lo que nos dijo el hombre, que el autobús estaba averiado.
Isabel se me quedó mirando con una cara extraña como si no comprendiese lo que yo le decía. Di un suspiro y me expliqué mejor.
-          El hombre de la parada, que nos dijo que el autobús se había averiado y por eso estaban esperando tanta gente antes. Si lo piensas.- Saqué el móvil para mirar la hora- Aún no llegó el de repuesto, este autobús es el siguiente del que perdimos. Este es el de las seis y media.
Yo trataba de explicarme lo mejor que podía, pero mi amiga no entendía nada de nada. Me miraba como si estuviese loco.
-          ¿Pero qué dices? Si hemos llegado por los pelos al autobús. Casi lo perdemos
Yo sonríe un poco, porque pensé que me estaba tomando el pelo.
-          No voy a picar Isabel. ¿Crees que soy así de tonto?
-          Carlos… Si hemos venido corriendo, por eso estás sudando.-señaló el sudor de mi cuello y frente.
No comprendía nada de lo que pasaba, me levanté y miré alrededor del autobús. Había menos gente de las que había en la parada. Salí de mi asiento, mientras Isabel me preguntaba una y otra vez “¿Qué te pasa?, estás bien” Yo no la hacía caso. Algo no iba bien, estuvimos esperando al autobús, había mucha gente en la parada, pero ahora en dentro había muy poca. Miré otra vez a mi alrededor, pero nada cambiaba, traté de recordar, pero nada tenía sentido algo no cuadraba. Entonces decidí buscar al hombre con el que hablamos en la parada. Isabel puso su mano en mi hombro con una cara de preocupación, pero yo se la quité y seguí buscando aquella persona. Los pasajeros comenzaron a preocuparse por mis acciones y mucho más por la cara que llevaba, la cual estaba desencajada y muy pálida.
Me senté en uno de los sitios y me quedé mirando al suelo sin comprender lo que sucedía, busqué y busqué más de una explicación, pero ninguna encajaba. Isabel apoyó sus dos manos en mis rodillas y me miró mientras estaba en cuclillas.
-          ¿Qué te pasa? Me tienes preocupada…
-          No lo entiendo…-repetía una y otra vez
-          ¿Qué no entiendes?
-          Hemos esperado al autobús ¿no? El otro estaba averiado, por eso esperamos ¿no?-Dije mientras la agarraba de los hombres y la zarandeaba como un loco. Ella puso un gesto de dolor en la cara y me hizo razón rápidamente. La solté.-Lo siento… me encuentro un poco mal…
Isabel me sonrió y me dijo que no me preocupase, pero en sus ojos mostraba temor o miedo de mí. Yo me levanté y me acerqué a la puerta trasera del autobús. Pulsé el botón para la siguiente parada y esperé sin decir nada. Isabel se marchó a donde estábamos, cogió nuestras cosas y volvió a mi lado, pero no dijo ninguna palabra.
Suspiré y traté de ponerme en orden. Cerré los ojos y comencé a tratar de calmarme, escuchaba la respiración de los pasajeros y algún cuchucheo sobre mi actuación. Respiré por la nariz y entonces noté como mi corazón dejó de latir por unos segundos. Cuando lo volvió hacer notaba como si mi sangre fuesen pequeños alfileres que me destrozaban por dentro. Todo esto porque lo olí… Volví a oler aquella fragancia… la última fragancia.
El estrés volvió apoderarse de mí, pero no me dio tiempo a realizar ninguna locura. Escuché un gran estruendo, mi cuerpo comenzó a elevarse, como si estuviese en el espacio. Aquellos segundos fueron como los más largos de mi vida. Reconocí el ruido al instante, era un frenazo del autobús, pero no le dio tiempo a parar lo cual hizo que se golpease. Yo sabía que era mi fin, cerré los ojos y espere al impacto que me dejaría sin vida. Pero los volví abrir como platos y grite como un poseso.
-          ¡No quiero morir!
Segundos después me golpeé con gran fuerza contra el asiento que estaba a mi izquierda. Noté una gran presión en el brazo izquierdo, pero ese era el menor de mis problemas porque escuché a mi rodilla chascar. Un dolor me invadió. Las puertas del autobús se abrieron por el golpe.
Escuché los gritos de las personas, pero podía identificar como poco a poco algunos se callaban. Otros se callaban cuando se producía un gran golpe.
Yo estaba tirado en las escaleras de la puerta trasera del autobús. Noté como los cristales comenzaron a caer encima de mí. Yo cerré los ojos y comencé a repetirme una y otra vez que quería vivir, que quería vivir.
No sé cuánto tiempo pasé con los ojos cerrado, pero cuando los volví abrir, no escuchaba nada, tan solo el ruido del fuego. Traté de incorporarme, pero me dolía todo el cuerpo. Noté que algo me estaba tocando la espalda. Me  giré para verlo y solté un gran grito de terror.
Era la mano de Isabel, la cual estaba en pésimas condiciones y además le faltaba algo importante, el resto del cuerpo. Con la cara llena de lágrimas y con gran dolor salí del autobús a duras penas y traté de alejarme de él.
Miré desde fuera el autobús y este estaba completamente destrozado por todas las partes, fue un milagro que sobreviviese. Describiría como se quedó el autobús, pero me es imposible, ya que no hay palabras para aquello.
Mis ojos no dejaban de llorar al ver aquella escena, además no veía bien, veía borroso y luces parpadeantes por todo el lado. Solo uno de mis sentidos había salido sin un rasguño del accidente y era el olfato. Sonríe mirando al cielo y dije
-          La última fragancia eh…
El siguiente que recuerdo fue escuchar un coche frenar y recibir un gran golpe que me lanzó de un golpe contra el suelo. Con mi cara apoyada en ella noté como poco a poco esta se estaba mojando con un líquido caliente. No había que ser un genio para saber que era mi sangre. Además no sentía mucho más, me costaba respirar y notaba que me quedaba sin aire.
Escuchaba gritos de la gente decir que había una persona atropellada por aquí, muchos otros gritaban que llamen a la ambulancia, o tan solo se limitaban decir “oh dios mío”
Un hombre me cogió  me dijo que no me preocupase que todo acabaría pronto. Tras escuchar esa frase comencé a llorar, y decía que yo no quería morir, que quería seguir viviendo…


Prólogo: Un poco de historia

Prólogo 2
La asociación

Ya sé que pensaste que la historia comenzaría ya, pero déjame explicarte unas cosas antes, para ubicarte en el tiempo. Más que eso, para que comprendas la historia de mi maestro, necesito que estés preparado. Tu imaginación va a ser llevada al extremo y si no la utilizas ágilmente seguramente te acabes perdiendo o no comprendas muy bien lo que sucede.
No quiero que eso pase, por esa razón antes te pedí que te imaginases la habitación, para ir agudizándola, vamos.
Todo lo que contaré te sonará a un libro de brujas duendes y esas cosas, pero dejo ya claro desde el principio. Todo esto ha pasado de verdad y que no hay nada de fantasía en mis palabras. Tal vez suene raro lo que digo, pero para ello necesito que me ayudes con tu imaginación y creas de verdad en lo que te cuento.

No quiero que esto me lleve mucho tiempo así que será de manera rápida y casi indigestible, pero mientras vayamos avanzando se irán aclarando.

Desde hace mucho tiempo la humanidad ha estado hablado de los dioses, hay numerosos registro de dioses, y cada cultura tiene los suyos propios. Podríamos decir que existen miles y miles de dioses unos más conocidos que otros. Sin embargo con el avance de la sociedad la historias de los dioses fueron mermándose y desapareciendo, pero sus nombres seguían ahí, algunas veces eran recordados, como por ejemplo la diosa Némesis. O el dios de la guerra.
Ahora déjame decirte que todos estos dioses comparten algo en especial, todos ellos fueron creados por los humanos, excepto dos, si te esfuerzas un poco sabrías cuales son, pero después de mi explicación claro está.
A lo que iba, todos esos dioses compartían algo en especial. Todos ellos fueron creados por los humanos, sin humanos ellos nunca vivirían, ya que son el producto de sus deseos.
Me explico, el primer dios efímero que surgió fue aquel que una persona deseó algo a los cielos o aquello que no veía. Es decir por ejemplo deseó tener fuego. De esta manera surgió un pequeño dios que cumplió el deseo del hombre entregándole el fuego. De esta manera el dios del fuego desapareció, ya que su misión se había cumplido. Pero entonces otro humano en otro lugar pidió ese mismo deseo, acto seguido el mismo dios del fuego volvió a surgir de la nada para cumplir el deseo de la siguiente persona. De esta manera el dios del fuego seguiría existiendo siempre y cuando hubiera un humano que pidiese un deseo.

He explicado los primeros tipos de dioses que existieron, como he dicho se les llama dioses efímeros o dioses deseo. Estos eran muy simples incluso no podían hacer gran cosa, tan solo crear una chispa para que saliese fuego o cosas así.
Los dioses han ido evolucionando mucho y con ello todas las cosas que pueden hacer. Pero si cuento toda su historia podría tirarme años o incluso siglos.
Lo más importante que debes tener en mente es que sin humanos los dioses no podrán existir; y que los humanos son los principales creadores de dioses.
Las deidades tienen muy en mente esto, por lo que han creado una asociación de dioses para que no haya un gran desequilibrio, es decir que no haya billones de dioses. Además de proteger a los humanos. Diría que esas son las principales funciones de la asociación

Ahora explicaré el sistema de la asociación.

La asociación de Dioses, también denominada A.D. Sí… el nombre no se lo curraron mucho jeje.
Tiene como principal función proteger a los humanos de noicas. Son espíritus malignos que incitan al ser humano a cometer atrocidades, como matar, robar etc… dejadme aclarar que los noicas también fueron dioses efímeros, pero evolucionaron de esta manera, más adelante en la historia se explica mejor.
La segunda función de la asociación es controlar la cantidad de dioses que surgen, es decir tratan de que no haya una superpoblación.
Tercera función, clasificar a los dioses. Esta está muy entrelazada con la segunda función.
Es decir tienen a todos los dioses etiquetados según su fuerza, inteligencia, habilidad, poderes etc. Dependiendo de los resultados se te asigna un color. Esto cataloga a un dios de una manera u otra. Dentro de cada color se subdivide en tres categorías que van por letras, A, B y C. La C sería la peor posición del grupo. Los colores van en esta posición:
Plateado, esto significa que perteneces a la élite. Dorado, el segundo color. Bueno creo que supondrás que van de mejor a peor ¿No?. Rojo, azul, verde, morado, gris y Negro.
Había dicho en total siete colores, pero es que el negro, la peor clasificación. Esto básicamente es para que los de la asociación sepan rápidamente que los de color negro son… como describirlo de manera fácil… como aldeanos en la edad media. No tienen poder alguno y si hay una gran catástrofe son utilizados como primera línea de defensa. Por lo menos no pagan impuesto y tienen una casa donde vivir. Eso sí… hay plazas limitadas y déjame decirte que el mundo de los dioses no es un mundo de sonrisas y felicidad. Si no llegas al límite del color negro… bueno digamos que… los dioses pueden matar a otros dioses.
Por último estos rangos no son permanentes cada cierto tiempo se pueden presentar a exámenes para cambiar sus colores y ascender puestos. También según tus hazañas de dios puedes ascender sin necesidad de examen.

Bueno básicamente esto sería un resumen muy rápido del mundo de los dioses. No hemos rasgado mucho de su funcionamiento, pero es que sino podrías perderte y yo no quiero eso. Además esto solo era el calentamiento. Ahora va a comenzar la historia de verdad.


Ahora con todos estos pequeños ápices podemos empezar la historia sin que haya problemas. Recordar, dejar volar vuestra imaginación pensar más allá de lo que yo os cuento. Es muy importante.