Capítulo 5
Bosque muerto
No sé cuánto tiempo pasó, solo puedo recordar una
cosa… La gran caminata que dimos los dos sin dirigirnos una palabra. Al
principio yo le hacía preguntas, pero nunca me contestaba. Poco a poco me fui
cansando y ya no hablé durante horas. De vez en cuando me miraba, yo creo que
para asegurarse de que no me había dejado atrás. Andaba tan rápido que yo debía
ir corriendo, esta fue una de las razones por las cuales dejé de preguntar, no
podía ni con mi alma.
Tras tanto tiempo andando, ya no estábamos en
aquellos prados tan abiertos. Ahora el camino se adentraba a un bosque muy
denso, donde la luz casi ni podía entrar. Incluso el clima cambió, hacia un
frío aterrador. En el ambiente había mucha humedad por lo que se generaba un
poco de niebla. Al no haber casi luz, no se veían hojas verdes o flores, tan
solo ramas y troncos. Si mirabas al cielo solo podías apreciar como una mata
oscura, yo pensé que serían las hojas de los árboles, nunca lo comprobé, pero
sentía como me miraban desde allí. Hay que añadir que aquellos árboles no eran
normales para mí, un chico de ciudad, eran muy altos, con troncos robustos y
duros.
Tras unos minutos andando por aquel bosque, 143 se
giró y me hizo una seña de que me mantuviese callado, algo imposible, porque
todo aquel lugar estaba infestado de hojas marchitas. Imaginaros una buena capa
de nieve que cubre el suelo, pues ahora transformarla en hojas secas. Pues por
ahí íbamos andando y ella quería que no hiciese ruido… pues déjame decir que me
era imposible, parecía un elefante en una cacharrería.
Ella sacó lentamente una flecha y la puso en su
arco, lo tensó y apunto a lo lejos. Yo traté de mirar o de buscar a su víctima,
pero no logré divisar nada. Al cabo de unos segundos bajó el arco y dijo en voz
baja.
-
Aún no saben que estamos aquí.
-
¿Quiénes?-pregunté con decisión.
-
Es mejor que no lo sepas.
143 guardó la flecha y reanudó la marcha. Sin embargo yo me
quedé quieto, estaba harto de ese juego, que no me dijese nada y que me tratase
como un imbécil. Ella giró la cabeza y me miró a los ojos con un gesto de
enfado.
-
Por esto no quería que nos juntásemos-Dijo con
voz baja
-
Solo quiero saber que sucede.
-
Shhh…- Me miró como una loca mientras me mandaba
callar, se acercó lentamente a mí, mientras decía- No hables alto estúpido o
sabrán que estamos aquí.
-
¿¡Quien!? ¡Por el amor de dios!
Tras gritar aquellas palabras sentí un gran golpe
en el estómago, después noté como mi espalda golpeaba el suelo, una gran
cantidad de hojas secas salieron volando. Sentía una pequeña presión en mi
pelvis, pero eso era porque 143 estaba encima de mí, además me estaba tapando
la boca con la mano. Aunque no os lo podáis creer ella me derribó al suelo.
Ella miró las copas de los árboles, dejó salir un poco de aire de su boca y se
relajó, pero su mirada era la de una asesina. Con la mano que tenía libre
agarró una flecha y me la colocó en el cuello.
Me hizo un gesto con la cabeza, básicamente podríamos decir que me estaba dando un aviso, que si
decía otra palabra en alto, aquella flecha atravesaría mi garganta. Yo asentí,
acto seguido ella retiró lentamente su mano sin muchas confianzas. La flecha no
la apartó ni por un momento, seguía notando la fría punta en mi cuello.
-
¿Volverás a gritar?- Yo negué con la cabeza-
¿Quieres saber de qué nos ocultamos?-
Yo en ese momento no sabía que responder, ya que pensaba que
era un pregunta trampa, pero en su voz noté un tono misterioso, así que asentí
con la cabeza. Ella sonrió y se acercó a mi oído
-
¿Temes a
las arañas?- Yo negué con la cabeza- Pues será mejor que no les veas… o
empezarás a hacerlo.
Apartó la flecha de mi cuello y se levantó. Yo me incorporé
lentamente, pero noté otra vez que algo estaba apoyado en mi cuello, pero esta
vez era la parte opuesta de la flecha.
-
Dejemos claro esto. Tú fuiste el que quisiste
formar este grupo, no yo. Ahora mismo podría dejarte aquí tirado y dejar que
esas cosas te comiesen vivo. ¿Quieres que haga eso?
-
No.
-
Entonces haz todo lo que yo te diga, aunque no
te guste.
-
Vale.
-
Si lo haces puede que vivas.- dijo 143 mientras
se daba la vuelta.- Vivir o morir, eso solo lo decides tú.
Fui a seguirla, cuando sentí una pequeña ráfaga de
viento que movió las copas de los árboles, algunas hojas secas comenzaron a
caer del cielo. 143 se había alejado un poco, pero yo me distraje con la
belleza de aquel momento. Parecía que estaba nevando, pero eran hojas lo que
caían. Miré a mí alrededor con una pequeña sonrisa apagada en mi rostro, aún me
sentía mal por lo que me había dicho 143, sin embargo yo sentía que tenía
razón, que ella era demasiado extremista por lo que había sucedido.
Poco tiempo después fui a retomar la marcha, cuando
vi a lo lejos una pequeña cara, parecía la de un bebe, pero demasiado grande
para que lo fuera. Traté de concentrarme bien, pero estaba demasiado lejos, fui
a gritar a 143, pero rápidamente me tragué el grito, no quería que me
apuñalase. Giré rápidamente la cabeza para hacerle gestos, pero ya se había
alejado bastante. Volví a mirar al árbol donde debía estar la cabeza asomada,
pero ya se había marchado.
-
Qué raro. Debió ser mi imaginación- Pensé en ese
momento.
Agité mi cabeza y fui a seguir a 143, sin embargo
otra vez no lo hice, giré la cabeza de nuevo para ver si podía encontrar al
niño. Me llevé una sorpresa ya que esta vez había dos caras de bebes asomándose
en dos árboles diferentes. Estaban más cerca y ya podía verlas mejor. Mi
corazón se heló por un momento, no me gustó lo que vi, para nada. Era imposible
que el tamaño de esas cabezas de bebes estuviesen bien, además parecía que el
niño media dos metros. Tragué saliva e hice que no vi nada, y comencé a andar
por donde se había ido mi compañera, lo más rápido posible. Mi pulso se aceleró
en cantidad al igual que mi respiración. Pero eso no era lo peor, ya no lograba
ver a 143, me había perdido en aquel bosque.
No me detuve para pensar que hacer o mirar en
otras direcciones, por si ella había girado o algo. No quería hacerlo, con tan
solo pensar en echar un vistazo hacia atrás mi corazón se detenía. No podía
dejar de ver aquellos dos rostros… Pero el humano tiende a tropezar dos veces
con la misma roca. Me detuve en seco y giré lentamente la cabeza con los ojos
cerrados. Los abrí y sentí como todo mi cuerpo se relajaba, no había nada. Me
sequé el sudor de la frente y suspiré aliviado. Entonces dejé de respirar, no
recuerdo por cuanto tiempo, aquellas caras volvieron a aparecer, se estaban
asomando lentamente detrás de los árboles, y mucho más cerca que antes. Di un
grito ahogado, pero ni yo lo escuche, estaba tan aterrado, que ni me salía un
chillido para pedir auxilio. Ya pude ver bien los rostros, y quiero dejar claro
que sin lugar a duda no eran bebes… Tenían la forma, pero a la vez todo era
diferente. Los ojos eran grandes y redondos, y eran totalmente blancos, no
tenían pupila ni iris, eran solo blancos. Luego tenían una gran boca, pero sin
labios. No tenían cejas ni pelo.
Caí al suelo horrorizado, uno de los bebes, por no
decir otra cosa, inclinó su cabeza hacia un lado, parecía que estaba
preocupado. Emitió un pequeño ruido agudo. Y acto seguido las copas de los
árboles comenzaron a alborotarse, sin embargo segundos después todo se quedó en
silencio.
Yo comencé inclinarme hacia un lado, para poder
ver que era lo que se ocultaba detrás del árbol. Pero no me hizo falta, ya que
uno de aquellos bichos comenzó a ganar confianza y se mostró lentamente.
Os explicaría al detalle de cómo era esa
monstruosidad, pero si lo hago a lo mejor no duermes, por lo que trataré de
resumirlo en pocas palabras y que sea
fácil de imaginar. Pero quiero decirte que lo que te explico aquí, realmente era
mucho peor.
En resumen, tenía la cara de un bebe grande, junto
al cuerpo de una tarántula gigante. Las patas acababan en forma de lanzas, para
atravesar bien el cuerpo de sus víctimas y que no se pudieran escapar de ellas
o para matarlas de un golpe directo.
Aquel bicho empezó acercarse lentamente, recuerdo
que en todo ese momento aquello no pestañeo ni una sola vez, no sé si podía, ya
que sus ojos no tenían parpados. Entonces abrió la boca, la cual estaba llena
de colmillos y lanzó un potente gruñido, tan agudo que podría romper cristales.
Me tapé los oídos lo más fuerte que pude y cerré los ojos. Mi hora, por segunda
vez, ya había llegado, todo porque no hice caso a 143. Yo no dejaba de echarme
la culpa, mi mente ya se había dado por vencida, lo había asumido, pero mi
cuerpo opinaba diferente.
-
Vivir o morir, eso lo decido yo- Pensé mientras
me levantaba.
Me giré y la pierna izquierda me dio el impulso para correr.
-
Vivir o morir, eso lo decido yo- Pensé mientras
cogía aires con mis pulmones.
Note como mis pies aplastaban las hojas secas de los
árboles.
-
Vivir o morir, eso lo decido yo-Murmuré mientras
me resbalaba por culpa de esas hojas.
Me golpeé la cara contra el suelo. Mi cuerpo no se dio por
vencido y mis brazos y piernas me volvieron a poner de pie.
-
Vivir o morir, eso lo decido yo- Dije en voz
baja mientras me miraba hacia atrás
Sin embargo nunca he sido un gran atleta, y con la altura
gigantesca de ese bicho no le fue muy difícil alcanzarme. Alzó las dos patas
delanteras y luego las dirigió hacia mi espalda.
-
¡¡Vivir o morir, eso lo decido yo!!- Grité
mientras continuaba corriendo
-
Bien dicho…- Dijo 143 disparando una flecha.
La flecha me pasó a unos centímetros de mi cabeza.
-
He fallado…-Comentó 143-¡¡Sigue corriendo!!
Aunque la flecha me hubiese impactado no me hubiera
hecho daño, porque no era una normal, ya que portaba una bolsa de sal. La cual
explotaría al impactar contra algún objeto.
Yo seguía corriendo como un loco, pero ya no notaba
aquel bicho a mi espalda. Giré la cabeza y pude ver que se estaba revolviendo
en el suelo mientras gemía con sonidos agudos. Llegué hasta donde estaba 143,
pero ella ya estaba corriendo.
-
¡No pares! ¡Eso no le va a matar!
-
¿Qué eran esas cosas?
-
Lo que te dije que nunca supieras.
-
¡¡Creo que ya sé por qué!!
143 era muy rápida y ágil, saltaba un obstáculo tras otro
sin dificultades, mientras que yo, era más torpe y me iba golpeando contra
piedras o ramas secas. Sin girar la cabeza supe que aquellas cosas nos estaban
persiguiendo, podía escuchar como aquellas patas se clavan al suelo una y otra
vez con gran rapidez. Y eso no era todo, mi corazón se estremecía cuando les
escuchaba gruñir, pero lo peor era que aquellos ruidos eran respondidos a la
lejanía.
-
Debemos encontrar un lugar cerrado
-
¿Qué quieres decir?- Pregunté
-
Debemos encontrar una cueva o algo así.
Veía difícil que encontrásemos ese lugar, ya que tan solo
había árboles hasta donde alcanzaba mi vista. Estábamos en una situación muy
complicada.
-
Ya vienen…-dijo 143 mirando a las copas de los
árboles.
Comprendí rápido que era lo que estaba mirando, a lo lejos
pude ver como del cielo caían bultos negros y empezaban a moverse. Yo no quería
mirar por miedo a ver a una de esas cosas cayendo. Pero se podía saber claro
que estaban cerca, ya que no dejaban de caer hojas del cielo.
-
Nunca te rindas, nunca- Comentó 143 mientras me
agarraba de la muñeca.
-
No puedo más… -Contesté realmente cansado
No contestó, tan solo siguió tirando de mi brazo, pero podía
notar su ansiedad, poco a poco había más rugidos y caras de niños a lo lejos.
Mis piernas ya me fallaban, ya no me quedaban fuerzas.
-
Por aquí vamos.
Entonces una gran cantidad de hojas secas cayeron del cielo
y con un acto reflejo tiré de mi compañera. Segundos después cayó un bicho de
esos en esa dirección.
-
Por… Ahí… no…-dije a punto de vomitar mi
corazón.
Sin decir nada cambió de trayectoria mientras me
seguía tirando del brazo, pero yo ya casi ni corría. Pero quería continuar
haciéndolo.
Entonces 143 me dijo con una risa en la cara.
-
Parece que eres afortunado.
Señaló a la lejanía. Había una pequeña cabaña ruinosa en esa
dirección, lo mejor de todo es que tenía techo. Sin embargo 143 soltó mi brazo
y salió corriendo hacia ella. Yo alcé mi mano en señal de que no me abandonase.
Mi visión comenzó a nublarse y tenía ganas de vomitar. Traté de dar un paso
pero me derrumbé por completo. Traté de pedirla ayuda, pero mi voz se
enmudeció. Mientras cerraba los ojos pensé que quería vivir, que deseaba seguir
viviendo.
-
¡Vamos!
Noté como me cogían, abrí un poco los ojos y vi a 143 dando
todo lo que tenía para llevarme hasta esa cabaña. Yo sonreí y dije.
-
Sabía que volverías.
-
¡Sigue corriendo!
No recuerdo lo largo que se me hizo ese recorrido
hasta llegar a la cabaña, pero de algún modo u otro lo conseguimos. 143 No se
detuvo al entrar abrió su mochila y cogió una bolsa de sal y comenzó hacer un
circulo de sal en la casa. Cuando acabó se tiró al suelo rendida. Se di una
gran bocanada de aire y cerré los ojos.
No sé cuánto tiempo estuve con los ojos cerrados,
pero puedo asegurar que fue bastante. Cuando los volví abrir y empecé a mirar a
mí alrededor. Estábamos en una cabaña antigua, pequeña y en mal estado. Si te
movías un poco, el suelo crujía y las tablas parecía que se iban a partir. No
había muchos objetos en la habitación tan solo unos armarios colgados en la
pared, bastante demacrados y otro de ese mismo estilo, pero estaba destrozado. Por
suerte no éramos alérgicos al polvo ni a las telarañas, porque aquel lugar
estaba infestado. Hace mucho tiempo que no había pisado un humano la casa,
incluso se podían ver hojas secas por el suelo y excrementos de animales que lo
habían utilizado de refugio. Tan solo había una puerta y era por la que
habíamos entrado. En aquel lugar no había ninguna sola ventana, podríamos decir
que aquella cabaña era un cobertizo grande que habían trasformado en un hogar,
hace mucho, mucho tiempo.
143 estaba en el centro de la cabaña, se levantó
algo cansada y sin mediar palabra alguna empezó a coger restos de madera del
armario tirado en el suelo. Yo traté de levantarme, pero mis piernas me lo
negaron, no podía mover ni un solo musculo.
La joven limpió de polvo y hojas un pequeño espacio,
en el centro del lugar, y dejó la madera a un lado. Luego de su mochila sacó una especie de dos
piedras, dejó una y la que era más robusta comenzó a golpearla contra el suelo
hasta romper la madera. Luego introdujo la madera, recogió unas cuantas hojas,
las junto e hizo pequeñas chispas con las piedras. Y como te imaginarás hizo
fuego. Luego se sentó cerca de él. Todo esto lo hizo sin mirarme ni una sola
vez.
-
Gracias por no abandonarme.-Dije arrepentido.
Ella tan solo movió un poco la cabeza, no comprendí si lo
que quería decirme era que me callase o un de nada. Tras unos minutos de
silencio mi cuerpo cogió un poco de fuerza y pude ponerme de pie. En lo primero
que me fijé al levantarme es que la casa estaba rodeada por una línea de sal.
-
No les gusta la sal. -Explicó 143 suspirando. Yo
no quise decir nada, pero ella prosiguió.- No pueden traspasarla, pero pueden
atacarte por arriba.
Yo miré al techo
-
¿Por eso querías encontrar una cueva?- pregunté
mientras la miraba, 143 se estaba sujetando las rodillas y la cabeza la tenía
sobre ellas.
-
Sí… eso me dijeron… parece que tenían razón…
No tuve que mirar entre uno de los agujeros de la pared,
sabía perfectamente que esos bichos seguían ahí, acechándonos, esperando a que
saliésemos para matarnos. Me acerqué a 143 con esperanza en mis ojos.
-
Entonces sabrás como matarlos ¿No?
Levantó su rostro, no hizo falta que me dijese nada más, no
había esperanza para nosotros.
-
No, nadie lo sabe….- Me dijo con una mirada
apagada.
-
¿Entonces que vamos hacer?- Pregunté nervioso.
-
Esperar. Esperar a que se olviden de nosotros.
143 se tumbó y se puso de espaldas al fuego. Yo me alejé de
ella y me puso al otro extremo de la hoguera. Me senté y me quedé mirando el
fuego.
-
Pensé que te rendirías…-escuché decir a 143 por
lo bajo
-
¿Has dicho algo?
-
No te rendiste cuando aquel bicho estaba a punto
de matarte.
Yo sonreí un poco, pero era una sonrisa apagada.
-
Recordé lo que me dijiste, nada más.
De nuevo solo se escuchaba la madera siendo devorada por
aquel pequeño fuego, hasta que rompí el silencio.
-
Gracias, por salvarme la vida.-suspiré- dos
veces.
-
Tres…-Dijo por lo bajo, con un tono sarcástico
-
¿Cómo que tres veces?-Contesté algo molesto. 143
soltó una pequeña risa, pero la oprimió rápido, pero con un tono un poco más
alegre me respondió.
-
Te salvé de aquellos rufianes.
-
…
-
Creo que solo generas problemas.
-
No, los problemas acuden a mi.-Contesté con
confianza y dureza. Lo cual ella comenzó a reírse. Se incorporó y me miró
mientras se secaba una lágrima producida por la risa y dijo.
-
Si es lo mismo.
-
No tuve que abrir la boca…- ella afirmó, con una
pequeña sonrisa, mi frase.
143 se sentó bien y un poco más animada y continuó
molestándome.
-
Realmente eres un chico con muy buena suerte…
-
¿Gracias…?
-
O tal vez es que yo tengo muy mala suerte
jajaja…-Empezó a reírse de su propia broma.
Al poco tiempo me pude dar cuenta que a 143 había algo que
le gustaba mucho y era meterse conmigo, era algo que la relajaba y
tranquilizaba. Yo no me enfadaba en absoluto, podría parecer que lo hacía, pero
no. Me encantaba ver y escuchar su risa. Sobre todo cuando hacia el sonido de
un pequeño cerdito, ya que se sonrojaba como un tomate. Tendía ocultarse la
cara con las manos para que no la viese y negaba con la cabeza muy avergonzada
mientras me echaba la culpa. Simplemente adoraba aquellos momentos…
-
No tiene gracia-Dije un poco malhumorado.
Ella seguía riéndose, unos segundos después dejó salir el
aire por su boca y con un rostro satisfecho se quedó mirando el pequeño fuego,
con una leve sonrisa. Poco a poco la mueca fue desapareciendo.
-
Que quieres preguntar.-Dijo 143 con un tono
seco.
-
¿Qué? No, si yo…
-
Responderé a todas tus preguntas. ¿Qué otra cosa
podemos hacer? Es cuestión de tiempo en que muramos de hambre o esas cosas
acaben con nosotros.-Explicó con fuerza, mientras no apartaba la mierda de las
llamas.
-
¿No dijiste que esperaríamos hasta que se
cansasen de nosotros?
-
Mentí. Ellos nunca se cansan. Solo viven por matar
a humanos.
-
¿Qué son?
143 se encogió de hombros. Fui a seguir preguntando, pero
supuse que todas las respuestas serían algo parecido, excepto una, creo que la
más importante de todas. Sin embargo no tenía agallas para decirla. Ella alzó
su cabeza, me miró a los ojos y me dijo.
-
No, nadie ha logrado escapar de estas criaturas.
Noté un escalofrío recorrerme todo el cuerpo. Me mojé los
labios con mi saliva y pregunté
-
¿Y cómo sabías lo de la sal?
143 me miró a los
ojos y los apartó con rapidez, con un gesto de dolor en su rostro alzó la vista
al techo, movió un poco la cabeza y se recostó junto al fuego. Fue a cerrar los
ojos, pero antes soltó las siguientes palabras
-
Rumores, simples rumores.
-
¿Rumores?
Ella afirmó con la cabeza, con los ojos cerrados. Los brazos
los tenía cruzados para mantener de mejor manera el calor. Se me olvidó
comentaros que en aquella cabaña hacía mucho frio.
-
¿tengo alguna pregunta más…?-dijo un poco
tímido.
-
Pues no las hagas.
-
Si dijiste- No pude terminar la frase, ya que
ella me gritó.
-
¡Ya se lo que te dije, pero no quiero hablar
más! ¿¡Vale!?
Los monstruos parecían que se reían por aquellos
gritos, ya que empezaron a rugir y a golpear el suelo con sus patas.
Yo me quedé pensando. Me acerqué las manos a la
boca y comencé a soplar, para que entrasen un poco en calor. Miré a 143, pero
ella parecía que se había quedado dormida, me sorprendí, por la rapidez que lo
había hecho. Me levanté tratando de no hacer ruido, sin embargo las tablas de
debajo crujieron fuertemente, la joven enfurruñó el rostro, pero no abrió los
ojos.
Empecé a deambular por la habitación y a investigar
un poco, pero no encontré nada o algo que me llamase la atención, además tenía
que hacer el mínimo ruido posible, no quería despertar a mi compañera, pero eso
era difícil por la madera seca y por los ruidos que hacían aquellos monstruos
fuera de la cabaña. Sentí curiosidad para haber que hacían los bichos. Me
acerqué una de las grietas y miré por ella. Veía el bosque, y no mucho más.
-
¿Dónde estáis?-dije en voz baja.
Harto de no poder ver muy bien por aquella grieta,
busqué una un poco más grande. No fue mi difícil encontrar una. De nuevo veía
el bosque, pero esta vez con una diferencia, se encontraba un de esos bichos
mirando fijamente a la cabaña, con las patas delanteras un poco alzadas, de vez
en cuando hacía un pequeño ruido agudo, pero no muy fuerte. Tras verlo me
agaché muy rápido, asustado, pero algo en mi me decía que quería verlo de
nuevo. Tragué saliva y me volví asomar. El bicho seguía en la misma posición,
sin moverse ningún centímetro.
No podía apartar mi mirada en de él, había algo muy
raro, no se movía mucho y siempre miraba a un punto fijo de la cabaña, pero no
era a mí.
-
¿Qué estás mirando?-pensé con incertidumbre.
Entonces hice lo que mejor se le da al hombre en este mundo,
molestar. Cogí un trozo de madera del suelo y lo estrellé contra la pared. En
aquel momento el bicho se movió un poco, pero su mirada no cambió de dirección.
Di otro pequeño golpe, pero de nuevo nada sucedió. Entonces di un gran golpe
contra la pared. El monstruo dio un gran grito y me miró fijamente, del cielo
cayeron tres más y comenzaron a rugir. Yo caí al suelo de culo, bastante
asustado.
¡Alto! Creo que me voy a detener aquí. En mi humilde opinión
creo que voy a saltarme este pequeña parte de la historia. No introduce nada y
es aburrida y tediosa. Por eso pasaremos unas cuantas horas en el tiempo. Hasta
en el momento que desperté a 143.
Me acerqué hasta 143, la toqué el hombre y comencé a
moverla lentamente mientras decía su nombre en bajo. Ella puso mala cara y
arqueó las cejas con signos de enfado. Tragué saliva, pensé unos segundos, pero
rápidamente volví a molestarla, para que se despertase. 143 abrió los ojos y
dijo con un tono muy malhumorado “¿¡qué!?” Yo rápidamente la tapé la boca con
mis manos. Y comencé a decirla en bajo que no hiciese ruido. Ella asintió con
la cabeza y acto seguido noté como mi estómago era masajeado por el puño de mi
compañera. Me tiré al suelo retorciéndome del dolor, pero evitando hacer ruido.
143 se levantó y me miró con una mirada de desprecio.
-
No vuelvas a tocarme… Jamás.-Dijo con un tono
amenazador. Puedo decir que lo dijo totalmente en serio, aquella mirada… no era
en broma.- ¿Para qué me has despertado?- No mejoró el tono para nada, seguía
muy enfadada conmigo.
-
Tengo un plan.-Contesté desde el suelo dolorido.
Debía haber escogido mejores palabras, no le hicieron nada de gracia.
-
Tienes un plan… entiendo…
143 se acercó a su mochila, rebuscó un poco y sacó
una pequeña navaja hecha a mano. Luego me miró y comenzó acercarse lentamente mientras sonreía como una loca. Yo
negaba con la cabeza mientras pensaba que eso era una broma, pero mientras más
se aproximaba, más miedo recorría por cuerpo.
Cuando se acercó lo suficiente, me miró a los ojos y
se quedó paralizada un breve tiempo. Miró a su alrededor y dejó caer la navaja
al suelo. Luego se giró y me dio la espalda, yo traté de levantarme, pero mis
piernas no dejaban de temblar de miedo.
-
Qué querías decirme…-Dijo 143 sin moverse ni un
palmo.
-
Yo…-Dudé un poco en cómo actuar, lo que sucedió
fue algo muy extraño y no sabía cómo asimilarlo bien. Entonces ella se dio la
vuelta y me miró. Mi corazón se quedó helado por unos segundos, pero tras ver
que 143 volvía a tener aquel rostro tan bello y cálido, exactamente como cuando
la conocí, me calmé y me lo tomé todo como una pequeña broma. De mal gusto
claro está. Eso sí, juré en mi cabeza que jamás despertaría a nadie mientras
estuviese durmiendo, nunca sabes cómo se lo va a tomar.
Me dio la mano para ayudarme a levantarme. Una vez
de pie procedí a contarle todo el descubrimiento que había realizado sobre esas
cosas de ahí fuera. En un principio ella no se creyó nada de lo que le dije,
tan solo repetía que todo eran bobadas y locuras de una persona infantil. Pero después
de unas demostraciones empezó a creerme, pero no quería decirlo, tenía
demasiado orgullo, como para darme la razón.
Tras unas horas estábamos dispuestos a llevar a
cabo nuestro plan. Era una completa locura, si fallábamos en lo más mínimo
seríamos devorados al instante, pero si no hacíamos nada moriríamos igualmente,
así que no teníamos nada que perder.
143 estaba al lado de la fogata, ya consumida y
extinta desde hace mucho tiempo. Tenía la mochila en sus pies, alrededor del
objeto había cinco bolsas de sal, cuatro piedras y dos navajas. En sus manos tenía un pequeño mapa, bastante
estropeado. Lo estaba mirando con detenimiento. Mientras yo estaba haciendo una
montaña de madera, cerca de la puerta de la cabaña. Me sequé el sudor y miré a
mi compañera.
-
Mmm… si no me equivoco creo que estamos cerca de
la salida del bosque.-Dijo 143 mientras examinaba el mapa
-
¿En serio?-exclamé en voz baja algo perdido.
143 se acercó, y me mostró el mapa. Este tenía muchos
garabatos escritos en él y cosas tachadas. Posó su dedo sobre la hoja y me
señaló en el lugar donde nos encontrábamos. Era el bosque, en el mapa era
denominado como el bosque muerto. Nosotros nos dirigíamos al oeste, a un lugar
denominado como la primera puerta. Estaba bastante cerca de donde nos encontrábamos.
Al este y norte había tan solo llanuras y algún que otro monte y bosque con
nombres un poco más seguros, como la montaña solitaria. Al sur había un gran
océano denominado como “el nada”.
-
No es muy extenso el bosque, tan solo
tardaríamos un día en cruzarlo desde los dos extremos más lejanos.- me
explicó.- Sin embargo poca gente lo hace, prefieren rodearlo por las llanuras.
-
Yo lo hubiera hecho… hubiera sido más seguro.
Me miró con mala cara
-
Hubiéramos perdido bastantes días rodeando el
maldito bosque. Te recuerdo que no nos queda mucho tiempo.
Aún en ese momento yo no tenía ninguna prisa, aún no me
creía mucho en eso de los cincuenta y esas cosas.
-
Sin embargo… no nos queda otra opción que
desviarnos un poco e ir al norte.-prosiguió 143.- perderemos varios días, pero
por lo menos tendremos una oportunidad de escapar de estas cosas.
Yo asentí con firmeza, mientras miraba el mapa. Ella lo
empezó a doblar, se dio la vuelta y me dijo
-
No te confíes, las llanuras tampoco son nada
seguras.
-
Me encantan tus ánimos…- Contesté afligido.
-
De nada- Respondió con una sonrisa dulce.
143 empezó a guardar el material en su mochila,
bastante decidida, después asintió con la cabeza, yo se lo devolví. Los dos nos
acercamos a la puerta y la abrimos lentamente, tratando de hacer el más mínimo
ruido. Noté una gran presión en todo mi cuerpo, cuando empecé a ver el bosque
de nuevo. Traté de relajarme, pero me era imposible, si lo que había pensado no
resultaba… estaríamos muertos en cuestión de segundos.
Al otro lado de la puerta se encontraba uno de
esos bichos, mirándonos fijamente, yo aguanté la respiración, pero entonces
sentí como 143 posaba su mano en mi espalda, la miré y ella gesticuló una
palabra con sus labios. “Tranquilo”. Volví a respirar normal y gané algo de confianza.
Los dos salimos de la cabaña, nuestro refugio y empezamos a andar lentamente
hacia el bicho, el cual seguía sin quitarnos la vista de encima. 143 llevaba
una piedra en su mano.
En ese momento asentí con la cabeza levemente, los
dos comenzamos a movernos lateralmente, sin quitar la vista de encima al bicho.
Volví asentir y esta vez mi compañera se giró dándome la espalda. Lazó la
piedra contra la pared generando un gran golpe. El monstruo rugió de manera muy
aguda. De los árboles aparecieron dos más que empezaron a rugir igual. 143 sacó
otras dos piedras y las volvió a lazar contra la pared. En ese instante los
bichos se abalanzaron como locos hacia la cabaña. Uno de ellos chocó contra mi
montaña de madera, esto generó mucho más ruido. Más bichos comenzaron a caer de
las copas de los árboles. 143 me agarró de la mano y tiró de mí mientras para
que saliésemos corriendo.
Ninguno de los dos miramos hacia atrás, pero
escuchábamos aquellos espantosos rugidos, y como la cabaña se caía a pedazos.
Corrimos, corrimos y seguimos corriendo sin mirar hacia atrás. Entonces los dos
nos dimos cuenta al mismo tiempo, los monstruos ya se habían dado cuenta de que
no estábamos, sus rugidos habían cambiado, ahora eran más fuertes y
atronadores, parecían que estaban bastante enojados.
-
Corre, corre- pensaba en mi cabeza mientras
sentía como 143 tiraba de mi mano, para no dejarme atrás.
No había fin,
cuanto más nos esforzábamos en huir menos parecía que lo conseguíamos.
No había nada que nos indicase que nos acercásemos a la salida que tanto
anhelábamos. Ningún rayo de luz incipiente o una brisa más cálida procedente
del exterior. No había nada, tan solo
troncos putrefactos, hojas secas y mucho frio. Lo peor de todo es que se
estaban acercando a nosotros, los rugidos cada vez eran más fuertes y próximos.
Entonces sentí un gran tirón de mi mano, casi se me desencaja el hombro. 143 se
detuvo junto a un tronco que se encontraba tirado en medio del suelo, estaba
bien oculto por las hojas. Yo la hice señas para continuar corriendo, pero ella
se negó con la cabeza. Mi corazón se aceleraba por segundos, cada paso que no
daba era tiempo perdido en la huida. Miré a los lados muy estresado, sentía
como si mi corazón estuviese siendo aplastado por dos bloques de hormigón, no
podía ni respirar.
143 posó sus cálidas manos en mis rostro y acercó su
frente a la mía, sus cabellos empezaron a rozar mi rostro, empecé a perder la
visión del bosque y solo veía la sonrisa de 143. Su fragancia comenzó a tapar
el resto de los olores, y mi corazón empezó a latir al ritmo del suyo, con
pausa y relajado, recuperé el aliento y respiré con normalidad.
-
No discutas conmigo, quiero que te ocultes en
ese tronco.- Empezó a susurrarme, sin moverse ningún solo centímetro. Sus ojos
estaban clavados en los míos.- ¿Me has entendido?- yo respondí con una
afirmación.
Cundo me quise dar cuenta ella ya se había alejado y estaba
quitando las hojas del tronco. Yo sin pensármelo dos veces me tumbé con la
espalda pegada al tronco, lo más arrimado posible. Entonces 143 me dio una
bolsa de sal y empezó a ocultarme con unas cuantas hojas.
-
No salgas de aquí hasta que yo vuelva, por nada
del mundo y no hagas ruido.
-
¿Dónde vas?
-
No lo vamos a lograr, necesitamos más
tiempo.-Respondió mientras se marchaba.
Cerré los ojos con todas mis fuerzas y traté de
respirar lo más suave que pude. Comencé a imaginar cosas, pero me era
imposible, cada vez que escuchaba un rugido un escalofrío recorría todo mi
cuerpo y me trasportaba de nuevo a mi cruda realidad.
No escuchaba nada, no había ningún ruido, el único
que se podía oír era el movimiento de las hojas, incluso el de las hormigas
moviéndose entre ellas. Eso era malo, muy malo, cualquier ruido un poco más
alto que eso atraería en cuestión de segundos a los monstruos. Sin embargo eso
ya no era un problema. Escuché un ruido fuerte acercándose, eran como pasos.
Abrí lentamente los ojos y pude ver como una de esas cosas estaba a unos
cuantos metros, buscándonos. Aguanté la respiración y cerré los ojos lo más
fuerte que pude. Intenté utilizar la habilidad de los avestruces, si no veo a
mi depredador él tampoco lo podrá hacer. Siento deciros que ese método no
funciona. Abrí los ojos y comprobé como se acercaba a mi lentamente, la cara
del bebe me estaba mirando fijamente, no movía ni un solo musculo, además
aquella horripilante sonrisa en su rostro hacía que se me helase la sangre.
Quería salir corriendo de allí, pero si lo hacía perdería todas mis
posibilidades, debía confiar en que estos bichos se guiaban por el ruido y que
no veían casi nada o incluso nada. Pero aquella mirada hizo plantearme que mi
teoría era falsa, que solo querían cazarnos, que eran más inteligentes de lo
que parecían, me habían engañado para hacernos creer que eran ciegos, para
luego cazarnos. Todo eso pasaba por mi cabeza una y otra vez, pensé en salir
corriendo unas mil veces, pero ahí me mantuve. El monstruo clavó sus dos patas
delanteras en el tronco y empezó a hacer un pequeño rudo desagradable y agudo.
Yo tragué saliva lentamente evitando hacer cualquier especie de sonido. Incluso
traté de evitar moverme, a pesar de que las hormigas estaban mordisqueando una
de mis manos.
El monstruo empezó a marcharse, lo cual pude
relajarme completamente, pero para mi desgracia una de sus patas golpeó contra
uno de mis brazos haciendo que gritase de dolor. El bicho rugió que casi
explotó mis oídos. Traté de salir corriendo, pero él ya estaba preparándose
para matarme. Entonces escuche como alguien veía corriendo desde lejos, cuando
volví abrir los ojos era 143, se había abalanzado sobre una de esas cosas.
Estaba en su torso, parecía como un jinete tratando de domar a un caballo
rebelde, pero con un cambio, ese caballo tenía ocho patas.
143 no dejaba de clavarle un navaja una y otra vez
contra la espalda, mientras que con la otra mano se sujetaba a una de sus
navajas que había clavado profundamente, para tener un punto de sujeción y no
caerse. El bicho trataba de todas las
maneras de quitarse de encima a 143, pero no podía, saltaba como podía movía
sus patas delanteras hacia atrás, pero no llegaba. Se empezó a poner peligroso,
porque el monstruo no dejaba de correr de un lado hacia otros mientras trataba
de liberarse. Ella no paraba de seguir clavándole la navaja, pero el bicho no
parecía ceder o sufrir daños.
En uno de los saltos 143 perdió el equilibrio y su
mano golpeó contra una de sus patas, perdiendo la única arma que tenía para
asentar golpes. Sin perder el ánimo cogió una pequeña bolsa que tenía en la
espalda y con todas sus fuerzas golpeó con el puño cerrado en la herida que
había formado con la navaja. Pudo
introducir la mano hasta la muñeca. El bicho ni se inmutó, hasta que 143 sacó
la mano, dejando la bolsa de sal en su interior. Acto seguido el monstruo
parecía volverse loco y rugir sin sentido por todos lados, parecía que estaba desorientado.
143 saltó y me hizo una seña para que nos fuéramos cuanto antes, yo me levanté
y nos marchamos. Miré hacia atrás y vi como aquella cosa se golpeaba contra los
árboles, trataba de escalarlos, pero se caían a los pocos segundos.
-
No mires hacia atrás, continua corriendo- me
dijo.
Tras unos minutos corriendo los rugidos incesantes del
monstruo atrajeron al resto de sus compañeros que empezaron a pisarnos los
talones. 143 se detuvo en un punto un poco abierto y me dijo que siguiera
corriendo. Tensó su arco y disparó una flecha a la lejanía. Después de hacer
eso salió corriendo persiguiendo mis pasos. Segundos después se escuchaba un
ruido golpeando algo contra el suelo. Eso hacía que nuestros enemigos se
desorientasen y ganásemos un poco de tiempo. Nuestra huida continuó de esa
manera unos cuantos minutos más.
-
Ya no hay más- Me dijo- Ahora solo nos queda
rezar a estar cerca de la salida.
Yo con una sonrisa la respondí.
-
Lo estamos- Señalé delante de nuestras
posiciones.
La luz empezaba a filtrase a lo lejos y empezaba haber
plantas verdes por los suelos y rodeado a los árboles. No pasó mucho tiempo
hasta conseguir llegar a la salida y poder ver de nuevo el maravillo cielo
azul. Sin embargo no nos detuvimos ahí, seguimos corriendo hasta estar seguro de
que no nos seguían. Sin embargo los bichos nunca salieron de aquel bosque.
Esta fue mi primera experiencia en la lucha contra un noica.
No sería tampoco la última…
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